22 enero 2008

El Estado Chaqueño pide perdón por la matanza de aborígenes de 1924


Por: Sergio Schneider- Clarin

Melitona Enrique, en el día de su cumpleaños número 107, no debe haber entendido mucho. El mismo Estado al que en su juventud vio asesinar, empalar y mutilar a su familia y a cientos de indígenas más, le pedía perdón y le rendía un homenaje. Fue el miércoles, con un acto en el que el Gobierno chaqueño pidió disculpas públicas y oficiales por la masacre de Napalpí, una brutal matanza de unos 400 aborígenes ejecutada en 1924.Melitona, que entonces tenía 23 años, se salvó escondiéndose en el monte durante varios días, sin comida ni agua. Hoy es la única sobreviviente que continúa viva. En dialecto qom, aún recuerda aquello. "Los cuervos estuvieron una semana sin volar, porque seguían comiendo los cadáveres", relata. Ella y otros miraban, escondidos entre los árboles de un monte próximo, porque los policías seguían rondando.El acto de reconocimiento a Melitona se hizo en Machagai, su ciudad. A quince kilómetros de allí fue la masacre. "Todavía se le caen lágrimas; ahí vio morir a los abuelos, los tíos, mucha gente", dice Sabino Yrigoyen, hijo suyo. La anciana recibió también una casa nueva, y todo el pueblo le cantó una canción en la plaza por su cumpleaños. Luego siguió un festival.La masacre se organizó para reprimir una huelga aborigen que reclamaba que el trabajo en las cosechas se pagara con dinero y no con vales de comida sobrevaluados. Los indígenas, concentrados en un campo a la espera de una respuesta, fueron ametralla dos sin aviso previo por aire y tierra. No se distinguió entre niños, mujeres, adultos o ancianos.La orden fue dada por el gobernador Fernando Centeno, cuyo cuadro fue retirado el mes pasado del salón de mandatarios de la Casa de Gobierno del Chaco. Los caciques fueron castrados y empalados junto a sus hijos; las mujeres, violadas y mutiladas a machetazos, y el resto fusilado a mansalva. Algunos jerarcas policiales conservaron testículos y orejas a modo de trofeos.Melitona ya casi no camina, pero conserva una lucidez y un humor asombrosos. Luego del pomposo acto oficial para entregarle su nueva casa y ya liberada de la lluvia de fotos, le dijo a Clarín, traducción mediante: "No sé si me va a gustar. Voy a probar dos semanas. Si no me gusta, voy a volver con mi hija". Las comunidades indígenas, en realidad, esperan algo más que ceremonias. La Corte Suprema ordenó el año pasado a la provincia y al Estado nacional que detengan el "silencioso exterminio" que imponen el hambre y la marginación de tobas, wichís y mocovíes. "Esto es un gesto voluntarioso, pero hay que resolver también el Napalpí que vino después", dijo el periodista y escritor Pedro Solans, autor de un libro sobre la masacre. "Todavía no hay un programa claro de salvataje de las comunidades", dijo Rolando Núñez, del Centro de Estudios Nelson Mandela.En la plaza del pueblo, el wichí Leco Zamora leyó una poesía en honor de Melitona. Decía: "Tus lágrimas regaron nuestras vidas/derribaste los muros que nos separaban de los otros/Enséñanos a mostrar nuestro mundo ignorado/Es tiempo de maduración de la algarroba, el mistol y el cielo/enséñanos a andar abrazados, enséñanos a encender el gran fuego/Cuando emprendas tu vuelo, no nos olvides".

VER: La demanda presentada al Estado